Por Óscar Javier Jiménez.
Bogotá, Enero 23 de 2012-01-23.
¿Para qué leer sobre música? Una vez le leí a alguien una frase de Ciorán, que me entusiasmaba, y que decía algo así como: “La música es la última emanación del universo”. Mi entusiasmo por lo que ahora veo que era una frase un tanto ostentosa, fue congelado por la frialdad de la respuesta de mi interlocutor: ¿Para qué decir esas cosas? ¿Qué caso tenía? La única forma de transmitirle a otro semejante sensación, era poniendo un disco: de jazz, de música de cámara, de rock, lo que fuera. Y no agotar en palabras lo que las palabras no pueden explicar. Tras leer Los Testamentos Traicionados de Milán Kundera, me vino a la mente ese momento pues, caí en la cuenta de que toda la obra ensayística de Kundera gira alrededor de un arte, la novela, así como muchos de los aforismos de Ciorán versan sobre otro arte, la música. De hecho, de música también se habla, y mucho, en este libro de Kundera. En fin, el punto era: ¿Para qué leer entonces a Kundera disertando sobre el arte de la novela, en lugar de ir a la fuente y leer novelas? Me ha dado por pensar últimamente en que el tiempo se nos agota sobre este mundo, y en que de llegar a vivir una existencia promedio, el tiempo sería en todo caso, demasiado corto: no hemos leído casi nada, y nos faltan por explorar tantas y tantas buenas novelas, como tantos ensayos brillantes y libros de crónicas y cuentos. ¿Leer aforismos y ensayos sobre la música o la novela, no sería el equivalente a leer tratados sobre el sexo y mientras tanto perderse de practicarlo? Bien, en el caso de Kundera y de éste libro en particular, habrá que decir que su lectura es tan provechosa, entretenida, apasionante y reveladora como la que obtenemos al pasar hojas y hojas absortos en esas cada vez más raras ocasiones en que una buena novela nos abstrae del paso del tiempo.
En primer lugar, este libro es una fuente de referencias enorme y rica, donde su autor pasa revista a Mann, Kafka, Nietzsche, Tolstoi, Salman Rushdie; y a Stravinski, a Jänaceck y a Schönberg. De un libro a otro, de una composición a otra, Kundera le va dando forma a la que se nos revela la esencia de su libro: la búsqueda del testimonio de independencia del artista, la definición clara de su individualidad y libertad ante el mundo. Dentro del marco de reglas preexistentes que siempre pueden romperse, el artista reelabora su arte y lo revitaliza y casi nunca es comprendido. Éste libro es un manifiesto por la libertad del pensamiento, la independencia del criterio y la autoafirmación del artista que es, a su vez, la libertad y la independencia del hombre. Las referencias a obras se convierten en evocaciones de hombres, y el terreno de lo anecdótico deviene terreno existencial porque es allí, en las cosas insignificantes de la cotidianidad, donde el hombre, el artista sobre todo, vive su existencia y ésta a su vez trastoca su arte.
Y mientras cruza referencias en busca de su cometido, el enorme ensayista que es Milan Kundera, teoriza sobre el gran arte de la época moderna, la novela. Pretende con ello rescatarla en cierta medida del exceso de popularidad y por ende del rebajamiento al que se ve sometida, cuando se le confunde con otra cosa, cuando se le produce en serie y a sueldo y se olvida que la responsabilidad del novelista es para con el hombre mismo, para con la evolución del pensamiento humano, que ha encontrado en la novela explorar resquicios que no son accesibles a la Filosofía, a la Poesía o al ensayo. Rincones de la condición humana que nos son íntimos y bien conocidos, pero que no podemos sin embargo explicar ni compartir, que se nos hacen inefables. La Filosofía, que se ocupa de las grandes categorías y de los conceptos, puede hacerse torpe al tratar de incursionar en el curso de lo cotidiano, lo modesto o lo vulgar. Igual pasa con la poesía. Sólo la novela nos deja entrever el caos interior del hombre, la marcha de sus sensaciones, sus dudas, sus vergüenzas. Esos hombres que son los personajes, quieren mostrarnos que sólo son como nosotros, nos hablan en nuestro lenguaje limitado que no es Filosofía ni es Poesía, pero que no deja de ser abismalmente profundo y bello. Creo que Milan Kundera ha dedicado su vida como ensayista o teórico, a revelarnos la gran importancia que tiene el arte de la novela para llegar a ser lo que somos, hombres modernos, y creo que en este libro, como en El Telón o en El Arte de la Novela, lo consigue; al punto de hacernos querer ir de inmediato a leer a Robert Musil, a Thomas Mann o a Hermann Broch, antes de que se nos acabe el tiempo.