Vampiros y zombis posmodernos – Jorge Martínez Lucena. Gedisa, 2010

Por Mauricio Vargas Herrera.

De todas las criaturas del terror, los vampiros y los zombis son los que mejor han soportado el paso del tiempo. Curiosamente, ambos son muertos vivientes, el uno aristocrático y narcisista, el otro torpe, infecto y devorador. El siglo XX fue fundamental en una lenta evolución que no se detienen todavía. ¿Qué los hace tan particulares? Quizá es que son la perfecta representación del pensamiento actual de la sociedad, abandonada a un avance desmedido y veloz, descreída, desesperanzada y consciente de su inevitable condición mortal. Los cambios a los que han sido sometidos revelan el pensamiento que nos rige justo ahora: el triunfo del pensamiento racionalista de la ciencia sobre la religión. Ya los zombis no salen de sus tumbas por la magia negra sino por experimentos fallidos o pandémicas infecciones y los vampiros no se inmutan frente a crucifijos o agua bendita, pues ya esas creencias han sido superadas. Incluso, su efectividad depende de qué tanto cree el vampiro en esas supercherías, pues ha dejado de ser un desalmado cazador nocturno a convertirse en una extraña pero interesante y compleja mezcla entre humano y monstruo.

Además de permitir la comprensión de los motivos por los cuales han evolucionado estos seres, Vampiros y zombis posmodernos es un profundo análisis del protagonismo del no-muerto en la cultura popular durante todos estos años y de su repentino y exitoso impacto en el siglo XXI, manifestado en series televisivas como True Blood y películas como Blade y El amanecer de los muertos, hasta sagas vampíricas literarias como las novelas de Anne Rice y la tan odiada Crepúsculo de Stephanie Meyer. Además, el libro es una extensa fuente de referencias literarias y cinematográficas, tanto del terror como de teoría sobre esa cosa tan abstracta y discutida a la que llaman posmodernidad.

The bloody reign of SLAYER – Joel McIver. Omnibus Press, 2010.

The bloody reign of SLAYER - Joel McIver. Omnibus Press, 2010.

Por Alejandro Torres.
Resulta complejo abordar la historia de una de las agrupaciones de música extrema más famosas y controvertidas de las últimas tres décadas y, sin embargo, debo admitir que Joel McIver lo ha conseguido. treinta años de historias, viajes, luchas, reveses y mucho ruido quedan esclarecidos en estas páginas que recomiendo a expertos y profanos. Escrita en clave de crónica, esta es una puerta para quienes deseen adentrarse en los vericuetos de lo que se necesita para atrapar algo de la gloria mientras se danza con el diablo. Hacer del culto a lo terrible una enseña; crear gran parte del sonido actual del metal; romper con los paradigmas del gusto y adentrarse en formas beligerantes de filosofía mientras se rasgan guitarras caóticas y se gritan verdades al crudo, se me ha hecho de valientes luego de leer este libro. sin más, larga vida a estos jinetes del apocalipsis de nuestra cultura.

La sombra del detective. Sebastián Montero Vallejo.

 

Retrato de Roberto Bolaño. Por Ariel Tancredi. Diciembre 2012

 

Por Sebastián Montero Vallejo.

Un Vargas Llosa muy ecuánime afirma en un documental de Televisión Española que, no obstante la imagen que se desprende de Roberto Bolaño (una imagen mítica proyectada tanto por sus libros como por su vida misma), su obra encierra calidad y originalidad. Digo un Vargas Llosa ecuánime porque en alguna ocasión el escritor peruano fue blanco de los dardos del chileno.

Y es cierto. Roberto Bolaño proyecta una imagen casi mítica: un hombre que muere joven, que no para de escribir, en una batalla con la muerte y con su hígado destrozado que es la imagen misma del agon, que antes de que le publicaran su primer libro había vivido en la pobreza, escribiendo un puñado de novelas y cuentos y muchísimos poemas que nadie publicaba, y que incluso antes, en la adolescencia, había recorrido por tierra el continente americano para regresar a su natal Chile con el fin de apoyar a Allende cuando el golpe de Pinochet, y que por pura casualidad salvó el pellejo porque en la cana su guardia era un ex compañero del colegio…

 Una imagen así ayuda, y mucho, a vender libros. Pero el reconocimiento de la obra de Bolaño se debe a factores que van más allá de esta imagen y de haber dado con un editor, como Herralde, con un olfato innegable (entre otras cosas porque su primer libro en una editorial grande se lo publicó Gimferrer, quien rechazó el segundo).

 Se debe, primero, a su capacidad (que comparte con Cortázar, uno de sus ídolos) para conectar con los jóvenes. Sus personajes son innegablemente conmovedores: adolescentes clase media-baja, que no hacen nada distinto de leer, medir calles y follar, medio izquierdosos, medio humanistas, sin un centavo partido por la mitad y que no tienen ni sombra de idea de lo que van a hacer con sus vidas: es casi imposible no identificarse con personajes así. Pero también está (además de la literatura europea) ese giro radical hacia lo latinoamericano, hacia lo mejor de lo latinoamericano: César Vallejo, Parra, Rulfo, Cortázar, Borges… Si se deja de lado la poesía francesa (de la que Bolaño era un empedernido), se podría decir que la columna vertebral de sus libros está en estos autores. Y también está el carácter de su prosa, una prosa ágil que en realidad es una suerte de respiro lleno de influencias de los clásicos, una prosa arriesgada en estos tiempos algo acartonados (al final todos lo son, al final cada época tiene su vanguardia y sus solapas empolvadas): un énfasis marcado en el ritmo y en las imágenes (una de las claves de la poesía), unos adjetivos (que no todos) deslumbrantes, que derivan en monólogos extensos que van de lo trágico y de lo patético directamente a lo cómico, o al revés; atmósferas ambiguas, siguiendo el consejo de Borges, un léxico que recurre cuando debe a lo coloquial, siguiendo a Cortázar.

 Finalmente está una postura, digamos, ética, y que al final es la que explica el estilo de su escritura o más bien es indisoluble de ella: una negación visceral del establecimiento, del poder, de la elitización de la literatura; un rescate constante de autores “menores”: Ibargüengoitia, Revueltas, Sidney, Borel… Bolaño se negó siempre a tener agente (aunque su esposa corrió aponer su obra en manos de uno después de su muerte), aborrecía las lisonjas al poder de las que hacía gala García Márquez (aunque nunca dejó de admirar su prosa, cosa que es difícil de dejar de hacer). Decía que su doctorado había sido el constante diálogo con personajes de todas las calañas: poetas, ladrones, campistas, jóvenes “revolucionarios”, libreros…

Sus obras son la imagen misma de esta manera de pararse ante la escritura: La literatura nazi en América es un manual ficticio de historia de la literatura de derechas en América, un compendio de relatos de corte borgiano sobre cómo se inmiscuyen el poder y la ideología en la literatura; Los detectives salvajes (aunque le sobren unas doscientas páginas) es el retrato delirante e intempestivo del Bolaño mexicano y adolescente que en el D.F., junto a sus secuaces, ansiaba boicotear a Octavio Paz y compañía y, en general, a la literatura entera, arrojado a la búsqueda de una poeta vanguardista mexicana de principios de siglo.

Y así… La suya es, hay que decirlo, una obra irregular. Pero tal vez sobre todo, sobre sus novelas y cuentos, estén sus poemas, lo mejor y tal vez lo más ignorado de su obra. La Universidad Desconocida reúne buena parte de la poesía que Bolaño escribió desde su llegada a Europa hasta su muerte en 2003. Allí está el compendio del mejor Bolaño: el de la síntesis de sus temas y de sus escrituras (pues tuvo varias), el recalcitrante y el reflexivo, el desesperado y el asceta, el que detesta y el que ama, el irrenunciable lector, el que casi muriéndose en un hospital de Cataluña saca fuerzas de sus recuerdos del lejano D.F. para “apretar los dientes y no llorar de miedo”, el que le encarga a los libros de su biblioteca que cuiden de su hijo cuando él esté muerto, el que escribe un poema cuándo por fin le llega un dinero para comer bistec de cerdo y comprar cintas para grabar jazz, el que afirma, finalmente, que “leer es aprender a morir, pero también es aprender a ser feliz, a ser valiente”. A fin de cuentas, el Bolaño que proyecta no una imagen mítica, sino, por el contrario, una sombra muy humana:

MI CARRERA LITERARIA

Rechazos de Anagrama, Grijalbo, Planeta, con toda seguridad
también de Alfaguara, Mondadori. Un no de Muchnik,
Seix Barral, Destino… Todas las editoriales… Todos los
lectores…
Todos los gerentes de ventas…
Bajo el puente, mientras llueve, una oportunidad de oro
para verme a mí mismo:
como una culebra en el Polo Norte, pero escribiendo.
escribiendo poesía en el país de los imbéciles.
escribiendo con mi hijo en las rodillas
escribiendo hasta que cae la noche
con un estruendo de los mil demonios.
Los demonios que han de llevarme al infierno,
pero escribiendo.

 

LOS BLUES TAOÍSTAS DEL HOSPITAL VALLE HEBRÓN

(Fragmento)

 

Crecí junto a jóvenes duros.
Duros y sensibles a los grandes espacios desolados.
Amaneceres de cristal en América, lejos. ¿Sabes
lo que quiero decir? Esos amaneceres sin hospitales, a vida o muerte,
En casuchas de adobe azotadas por el viento,
Cuando la muerte abrió la puerta de lata y asomó su sonrisa:
Una sonrisa de pobre
Que jamás —lo supimos de golpe— comprenderíamos.

Metal Extremo: 30 años de oscuridad (1981-2011) – Salva Rubio. Editorial Milenio. Madrid, 2011.

Por Alejandro Torres.

Cada vez han ido apareciendo mayor cantidad de textos en torno a las culturas de lo subterraneo. De unos años para acá es mucho mayor el espectro disponible de discisiones y relatos caerca del Punk, el Metal, etc; lo que indica un proceso de sedimentación de los movimientos juveniles, a tal punto, que ya es posible hablar de eventos históricos. Pese a su corta edad el Metal, género bastardo y estridente del Rock, disidente en permanente cacería de canales y formas de expresión, ha logrado acumular miles de documentos y estéticas sonoras y visuales a su alrededor en busca de una identidad y un espacio en el marco de la cultura. Ahora nos llega este libro a manera de balance sereno aunque no decididamente profundo de la historia de esa expresión multiforme que es aunada bajo la etiqueta de Metal. Salva Rubio se ha lanzado a reseñar sesudamente a más de mil bandas del género; segmentándolas evolutiva y subgenericamente. Es un trabajo casi de taxonomistas, donde se parte de lo más primitivo a lo más actual. No siendo la guía definitiva de este género musical nos plantea, en cambio, un orden; una mirada genealógica para trazar la ruta de este sonido desde las réplicas en contra del discurso manido del rock duro hasta el arribo de expresiones crudas como el Black Metal o el Grind Core. Un material de gran valor para investigadores y curiosos de este fenómeno. Desgraciadamente su aspecto externo resulta poco llamativo y facilista en comparación con el contenido. Un libro que pasará a la historiografía de los documentos culturales y del que esperaría reediciones con un mejor criterio de construcción que logre reunir tal calidad de esquematización y explicación, generando interés en un número mayor de personas. Más allá de quienes lo compraríamos por el simple hecho de reconocer la portada, generando una mirada menos llena de prevención entre quienes poco saben de este hecho estético tan importante.

LOS TESTAMENTOS TRAICIONADOS – Milan Kundera. Ed. Tusquets

Por Óscar Javier Jiménez.

 

Bogotá, Enero 23 de 2012-01-23.

 

 

¿Para qué leer sobre música? Una vez le leí a alguien una frase de Ciorán, que me entusiasmaba, y que decía algo así como: “La música es la última emanación del universo”. Mi entusiasmo por lo que ahora veo que era una frase un tanto ostentosa, fue congelado por la frialdad de la respuesta de mi interlocutor: ¿Para qué decir esas cosas? ¿Qué caso tenía? La única forma de transmitirle a otro semejante sensación, era poniendo un disco: de jazz, de música de cámara, de rock, lo que fuera. Y no agotar en palabras lo que las palabras no pueden explicar. Tras leer Los Testamentos Traicionados de Milán Kundera, me vino a la mente ese momento pues, caí en la cuenta de que toda la obra ensayística de Kundera gira alrededor de un arte, la novela, así como muchos de los aforismos de Ciorán versan sobre otro arte, la música. De hecho, de música también se habla, y mucho, en este libro de Kundera. En fin, el punto era: ¿Para qué leer entonces a Kundera disertando sobre el arte de la novela, en lugar de ir a la fuente y leer novelas? Me ha dado por pensar últimamente en que el tiempo se nos agota sobre este mundo, y en que de llegar a vivir una existencia promedio, el tiempo sería en todo caso, demasiado corto: no hemos leído casi nada, y nos faltan por explorar tantas y tantas buenas novelas, como tantos ensayos brillantes y libros de crónicas y cuentos. ¿Leer aforismos y ensayos sobre la música o la novela, no sería el equivalente a leer tratados sobre el sexo y mientras tanto perderse de practicarlo? Bien, en el caso de Kundera y de éste libro en particular, habrá que decir que su lectura es tan provechosa, entretenida, apasionante y reveladora como la que obtenemos al pasar hojas y hojas absortos en esas cada vez más raras ocasiones en que una buena novela nos abstrae del paso del tiempo.

En primer lugar, este libro es una fuente de referencias enorme y rica, donde su autor pasa revista a Mann, Kafka, Nietzsche, Tolstoi, Salman Rushdie; y a Stravinski, a Jänaceck y a Schönberg. De un libro a otro, de una composición a otra, Kundera le va dando forma a la que se nos revela la esencia de su libro: la búsqueda del testimonio de independencia del artista, la definición clara de su individualidad y libertad ante el mundo. Dentro del marco de reglas preexistentes que siempre pueden romperse, el artista reelabora su arte y lo revitaliza y casi nunca es comprendido. Éste libro es un manifiesto por la libertad del pensamiento, la independencia del criterio y la autoafirmación del artista que es, a su vez, la libertad y la independencia del hombre. Las referencias a obras se convierten en evocaciones de hombres, y el terreno de lo anecdótico deviene terreno existencial porque es allí, en las cosas insignificantes de la cotidianidad, donde el hombre, el artista sobre todo, vive su existencia y ésta a su vez trastoca su arte.

Y mientras cruza referencias en busca de su cometido, el enorme ensayista que es Milan Kundera, teoriza sobre el gran arte de la época moderna, la novela. Pretende con ello rescatarla en cierta medida del exceso de popularidad y por ende del rebajamiento al que se ve sometida, cuando se le confunde con otra cosa, cuando se le produce en serie y a sueldo y se olvida que la responsabilidad del novelista es para con el hombre mismo, para con la evolución del pensamiento humano, que ha encontrado en la novela explorar resquicios que no son accesibles a la Filosofía, a la Poesía o al ensayo. Rincones de la condición humana que nos son íntimos y bien conocidos, pero que no podemos sin embargo explicar ni compartir, que se nos hacen inefables. La Filosofía, que se ocupa de las grandes categorías y de los conceptos, puede hacerse torpe al tratar de incursionar en el curso de lo cotidiano, lo modesto o lo vulgar. Igual pasa con la poesía. Sólo la novela nos deja entrever el caos interior del hombre, la marcha de sus sensaciones, sus dudas, sus vergüenzas. Esos hombres que son los personajes, quieren mostrarnos que sólo son como nosotros, nos hablan en nuestro lenguaje limitado que no es Filosofía ni es Poesía, pero que no deja de ser abismalmente profundo y bello. Creo que Milan Kundera ha dedicado su vida como ensayista o teórico, a revelarnos la gran importancia que tiene el arte de la novela para llegar a ser lo que somos, hombres modernos, y creo que en este libro, como en El Telón o en El Arte de la Novela, lo consigue; al punto de hacernos querer ir de inmediato a leer a Robert Musil, a Thomas Mann o a Hermann Broch, antes de que se nos acabe el tiempo.

 

La moneda Viviente – Pierre Klossowski. Edición preparada por Axel Gasquet. Alción editora. Buenos Aires, Argentina. 1998.

Por Alejandro Torres Ocampo.

Si se piensa por un instante en algo que el dinero no pueda pagar dado que carezca, en apariencia, de valor de cambio;  que no sea posible transar monetariamente, se  aviene a la mente algo imposible, tu esposo o esposa, por ejemplo. Qué tan dispuesto,  como en la novela de la propuesta indecente, se está  a ceder  por una noche a cambio de dinero lo tabú, lo impensado, lo perverso?

 Se dice que ya no hay frontera en la carrera por obtener gratificación, ganancia; que la última región – nuestro cuerpo-  es ya hace rato la unidad de cambio cuyo valor se construye en una sociedad que desea más de lo que necesita y transita desde por el territorio del fantasma de lo apropiable o producible económicamente y por tanto, como frontera transgredible, nuestra piel es hace mucho tiempo negociable.

Pierre Klossowski arroja en este pequeño texto una propuesta sugestiva a repensar el fenómeno de un modelo social industrial que pondera la producción y el consumo por encima de las necesidades y el deseo. Sugiere que hay una nueva unidad de intercambio entre la gente que supera el fantasma de la mercancia: la necesidad creada por gozar incluso de lo que no se carece vitálmente y la búsqueda de la eficiencia en  la producción de utensilios cotidianos en aras de una economía que deviene paulatinamente hacia el despilfarro como manifestación de sujetos que desean  y agotan  sus recursos a la busca de prótesis (objetos- fantasma o situaciones-simulacro) que satisfagan su vacío o su aparente desear. Generando así  una categoría nueva de valor en uso:

La moneda viviente.

Hoy más que nunca esa necesidad de fantasmagoría – fetiche de lo consumible necesita ser agotada, despilfarrada. Se ofrece entonces un mundo donde ya no queda nada que ofertar o demandar más que el deseo que pulsa e impulsa nuestro paso. Ya no hay otra vitrina más para el goce que el propio cuerpo, no hay entonces otra unidad de cambio más idónea que lo que desee la carne. Klossowski nos pasea entonces desde su incesante pasión por las visiones de Sade y su idea transgresiva última que es fundirse en el otro como máxima economía de lo perverso; luego va  por Nietzche y el deicidio continuo de ídolos que reduzcan al hombre a su propio fantasma que luego sera erigido y digerido en ese Dios mercadeable y negociable para llegar a sugerir que Fourier,el socialista utópico de los falansterios, deja entrever la posibilidad de una gratuidad que mostraría el reverso de la producción mercantil;  que produciría la muerte de la oferta y la demanda, reduciendo así todo intercambio a la sublimación del goce en la necesidad;  sin la muerte del alma humana y si,  en cambio, con la muerte del aura falsa pero increíblemente atractiva de la mercancia; justo de todo aquello que se carece y se debe pagar por poseer o experimentar.

El dinero, antigua unidad de valor de intercambio y máxima expresión del espectáculo industrial y mercantil modernos, cuando es puesto a la presión de transarse por algo que supera objetiva y subjetivamente su valor de cambio, su posibilidad de negociarse – se gún Klossowski- pierde tambien su calidad de valor como unidad de transferencia económica volviéndose fantasma. Es decir que una situación límite hace que ya no valga nada en si mismo, como si alguien  ofrece un millón de dólares por acostarse con tu pareja y tener sexo, hecho que en sí no tiene precio en el mercado pues el o ella, por lo pronto no son trabajadores sexuales y no son suceptibles, en apariencia, de ser comprados o vendidos  y al sugerir una cantidad por ostensible que sea, ésta se hace negativa o en el mejor de los casos inútil o neutra. Lo que permitiría abordar la  transacción ya no por el dinero en sí sino por el goce donde se permite observar de manera palpable la vacuidad de significado que llegaria a tener la moneda.

Siendo así el cuerpo,  el mejor simulacro-fantasma o mercancía de esta erótica de la producción que reduce el dinero a nada en su imposibilidad de redesarrollarse como valor de cambio, solo valdría, entonces,  el goce que se pueda alcanzar al satisfacer esa demanda de lo puramente corporal en una economía que vertiginosamente vira más cada día hacia el placer por los fantasmas y los simulacros de la vida.

El autor sugiere vedadamente el riesgo de que en la transposición de los valores de la economía en una sociedad de lo industrial como la actual, llegue a ser la carne, nuestro cuerpo un nuevo valor a ser transado como activos en las bolsas del mundo. Absoluta reducción del cuerpo a la categoría temida pero vieja de la mercancia, despoblada de aura y solo evocación de búsquedas de satisfacción intermitente entre lo ofertable y lo demandable.

Sin embargo el punto interesante de este texto radica en que sugiere, entre líneas, que el dinero como categoría máxima de nuestra civilización, podría caer en el vacío si, como máquinas de guerra contra las reducciones al economicismo a ultranza a las que nos vemos constantemente sometidos, pusiésemos de plano nuestras necesidades ya no como experiencias saldables a través de nuestra fuerza de trabajo o capital disponible, sino através del ejercicio constante del intercambio creativo de satisfacciones gratuitas de un sujeto deseante a otro. Lo que pondría paulatinamente en jaque un sistema basado en reducir a simulacros de placer y fantasmas de necesidad, las cosas más simples de cada día nuestro en este planeta, a cambio de una unidad siempre imaginaria en tanto irreal frente al deseo corporal. Una máquina de guerra que impida que con el tiempo se cobre por respirar, siendo que el aire, aunque altamente valioso para nosotros, no es aún mercadeable y de allí el terror que se cierne como sombra constante en forma de estrategias crecientes para volver privado lo público y eliminar el goce íntimo asegurando libertades en aras de lo supuestamente visto como bueno para el interés general.

Quizá sea esta “moneda viviente” la apuesta por el abandono del dinero y el consumo como unidades irreductibles de gratificación y sea posible la apuesta por otros medios más creativos de búsqueda de placer  sin fantasmas de goce o necesidad que nublen la vida. Una propuesta que transgreda esa falsa erótica de la economía de bienes compulsivamente concebidos para devorar.

Comics (en la piel de los super héroes) – Phillipe Guedj. Mannon Troppo, 2008.

Por Alejandro Torres.

Como un homenaje a esos tiempos idos cuando creíamos que Superman podía salvar el mundo y que Batman era más que un tenebroso hombre-murciélago, llega este librito perfecto para no olvidar y mejor evocar que los superhéroes son tan reales que se mueven sus acciones en la bolsa. Todos los datos, toda la información atrapada en unas cien páginas que hacen un recorrido agradable por el país de las tiras cómicas. Desde Detective Comics Hasta Marvel y sus adaptaciones al cine, Phillipe Guedj nos deja enamorados a todos aquellos que siempre hemos leído historietas; no tanto porque con ellas huyamos de la realidad. Creo más bien que se trata de mantener viva la llama de la imaginación y preservar la fe en las posibilidades humanas además de disfrutar una auténtica forma artística. Sencillo y perdurable.

Aliens – Tommaso Pincio. 451.zip, 2008.

Por Alejandro Torres.

Desde tiempos inmemoriales nos hemos preguntado si estamos solos en el universo. La lógica indica que la humildad debiera conducirnos a responder a esta pregunta con un no rotundo. El problema comienza cuando no hemos podido aseverar que tengamos más amigos fuera de este punto azul pálido pues, aunque a lo largo de la historia se suman los aparentes avistamientos de naves y seres extraterrestres, nadie ha dado pruebas irrefutables de otros mundos habitados. Al parecer todo se trata de un temor infinito tanto a la soledad como a una visita indeseada o violenta. El autor de este curioso libro apuesta por el miedo como aglutinante social. Norteamérica creó los OVNIs para crear el miedo. Son un elemento secreto de su política y una manera soterrada de generar necesidad de control y seguridad a través de propuestas de cultura popular que, del cine al comic van haciendo existir algo que nunca se resuelve dado que, como se pregunta el autor, si hay extraterrestres, dónde están todos?

Todo parece indicar que no hay respuesta todavía. Que los selenitas son creados para el gran y estúpido público; que el terror vende y que, sin ovnis, nunca hubiese avanzado demasiado el universo literario y especulativo de la ciencia-ficción. De otra parte, sin imaginación no hubiésemos llegado a la guerra por el control del espacio surgida en tiempos de la cortina de hierro y tampoco habría tanta cosa sobre la que pensar cada vez que miramos al cielo. Una historia magníficamente relatada y llena de sarcasmo es este libro que viene a reanimar esa vieja pero interesante cuestión.

Homo Sampler – Eloy Fernández Porta. Anagrama, 2008.

Por Alejandro Torres.

Planteado como un viaje hacia el interior mismo de las decisiones que nos hacen «sujetos culturales» a todos y cada uno de nosotros, este libro va más allá y se me parece a lo que en su día hiciera el autor de Göedel, Escher y Bach, pero con vida cotidiana y ese tema hoy tan en boga del consumo.

Abordando el elefante por la hormiga, viajamos a través de las últimas teorías culturales, desvirtuándolas, declarándonos la guerra del entendimiento en un ensayo sugestivo que va desmenuza que desmenuza hasta la última fibra del Rock, la tele, los cómics y la moda para cantarnos la tabla y darnos, de paso, cuenta de que siempre hemos estado dando vueltas, mordiéndonos la cola, tratando de ser originales y revolucionarios y solo logramos parecernos un poco más al de al lado pues todo lo que se vende es vendido en más de una ocasión así que nunca serás único pues todo tiende a la uniformidad exasperante hasta nueva orden. Es decir hasta cuendo nos mamamos de Nirvana para empezar con Nine Inch Nails y luego cansados saltar a Rammstein y darnos cuenta de que sólo nos sigue gustando, qué raro, Bob Dylan.

Que el apocalipsis de la cultura es el negocio más viejo del mundo y que cuando ocurra se nos hará tan nuevo dada nuestra incapacidad para reconocer el engaño que ya habremos pasado sin notarlo por varias religiones y que de nuevo querremos estar como cavernícolas disfrutando de un nuevo y radioactivo amanecer para empezar a tallar la rueda. Ya sin más rodeos, acusa una genialidad rara este libro tanto que si eres de los que gusta de manifiestos contra el capitalismo y todo lo post, de seguro está aquí tu biblia personal para descubrir en dónde está el truco. Lástima que sea obligatorio leerlo al lado de internet pues se requiere consultar con pinzas cada referencia puesto que si algo contiene esta perorata deliciosa contra el Under y el Pop, es información. Así que a disfrutar del último coctel Molotov contracultural. Manos a la obra pues tarde que temprano, como reza el autor, este libro tambien caerá en la masa, esa masa que sin existir es demasiado patente cada vez que prendes o te pones o lees o miras algo.

La marca y el deseo – Rodolfo Barros. Del nuevo extremo, 2006.

 

Por Alejandro Torres.

Nunca es tarde para aprender pequeños trucos para saltarse tanta trampa que nos tienden adiario. Casi nunca se da uno cuenta de las intenciones del mercado. Su idea de tenernos entretenidos y ciegos ha dado tanto fruto que hoy en día nadie se les escapa; al menos no del todo. Vallas para hacernos sentir gordos y viejos. Chicas hermosamente retocadas hasta un ideal de belleza que se aleja de todo lo bello que cruza por nuestros ojos. Músculos que nadie que tenga que ir a trabajar consigue y objetos y más objetos que nos dicen que debemos tener para poder ser. Qué más les hará falta por vendernos, qué otro modelo inalcanzable de felicidad hará que nos dirijamos como borregos a la tristeza y el vacío?

Este libro aparentemente inocente pero lleno de herramientas para evadir la estafa de los supermercados y del gran comercio en general, me hace clamar por más maquinitas de guerra impresas para el hombre de a pie. No sobrará nunca la intención de alguien por denunciar las prácticas soterradas del comercio para conducirnos a gastar más en lo mismo de siempre. Si un autor logra abrirnos los ojos o quitarnos la venda, bienvenido y Barros con este pequeño pero explosivo manual, lo consigue. Ahora estaré más atento a evitar los productos ubicados a la entrada del súper; Las ofertas que resultan más caras que lo que no es de oferta; los centros comerciales diseñados para generar ansiedad y con poco espacio para descansar. Cosas que nos obligan a deambular en busca de una felicidad que no existe porque se extingue una vez ya he pagado por ella.