El siguiente, Por favor – Íos Fernández. Editorial Babilonia, 2012.

Por Alejandro Torres.

Hay tipos que no tienen nada qué decir y sin embargo inundan los estantes de bibliotecas ahogados en el afán de inmortalizar su pluma y perpetuar su idea del tedio en las mentes de un lector que siempre implacable acabará por descubrir que lo mismo daba un libro que un block de hojitas en blanco cuando no una forma más decente y frentera de plagio. Lo sorprendente es que de tanto errar buscando historias que se precien de tales, uno acaba por descubrir que aún queda quien las cuente. Sin más preámbulo debo aceptar las buenas migas que los cuentos de Fernández han hecho conmigo. hace rato que lo leí y le debo algo más que una simple reseña. No es tan seguido que un local suene universal. Se vuelve felíz la hora en que nos topamos con el desparpajo premeditado de un cuento que suena cierto por inverosímil que parezca. Fernández nos lleva de la mano de los sueños que no se cumplen. Sus cuentos saben a la sangre que le queda a uno en la boca luego de esa pelea que creíamos ganada. No juega al Bukowski y sin embargo nos tira la palabra al rostro y le gusta soñar con mujeres que se van y uno de nuevo con la palabra mágica para ella, justo media hora después de haber pagado una cuenta que no sirvió de nada. Son relatos como fragmentos del tiempo en que perdimos la inocencia y supimos que nos iban a traicionar y que cuesta trabajo vivir siendo fiel a uno mismo. Las calles de Íos y sus cuentos son las esquinas que uno duda en doblar;  páginas que todos conocemos y duele que vuelvan a aparecer. Fernández, boxeador de letras y dueño de una prosa callejera pero elegante, nos está regalando una forma escasa de desvelarse con recuerdos gratos o tristes; propios de esas humanidades que se niegan a bajar la guardia, que prefieren la revancha a la otra mejilla. No sé qué le depare a este realismo que no es solo sucio, a este realista a mano limpia que un día dijo que lo único que no iba a perder eran sus dientes. Hoy leo sus cuentos y veo cómo pasa el tiempo desde la tarde, hace ya años, en que leí algo de su prosa y noto que solo  se ha robustecido y sigue firme en su argumento del brazo que se dobla pero no se parte. Lejos del cliché del perdedor barato al que nos ha acostumbrado la actual literatura que se las juega de recia pero no es capaz de bajar al infierno sin sonar impostada. Sin más que agregar y luego de reír y quedar perplejo cuando no un poco apaleado por sus golpes de tinta, espero que no tengamos que aguardar mucho para leerlo de nuevo. Por favor.

El Señor Borges – Epifanía Uveda & Alejandro Vaccaro. Edhasa, 2005.

Por Alejandro Torres.

La bibliografía sobre Borges quizá sea muchas veces más grande que su propia obra. Son tantos y tan profundos sus caminos que el visitante de su obra puede aventurar la más desaforada de las tesis sin salirse a los bordes de su tamaño, siquiera. Sin embargo cuando uno se asoma por la ventana de los libros tratando de saber de dónde viene el laberinto de su escritura, se le ofrecen biografías y retratos personales que casi nunca permiten entrever algo que no sean sus intereses más generales o las evidentes influencias que atraviesan la creación de Borges. Sin embargo, una tarde ociosa y de pocos clientes, me encontré con un libro que me pareció un tanto risible en principio: el punto de vista del ama de llaves de la casa de Borges. Uno siempre cree que entre más reputada la pluma, más cercano a las cosas que se buscan. Vaya bofetada la que se ha tragado mi desdén engreído de lector luego de voltear la última página de este humilde álbum de recuerdos recogidos a cuatro manos entre el biógrafo y reconocido coleccionista y curador de la obra de Borges y la mujer que le asistió durante más de treinta años en la parte más íntima de su existencia. Viene a darse uno cuenta que, lejos de ser otro libro para sacarle plata al muerto, hay aquí una ventana a aspectos sumamente desconocidos de su vida aunque tratados con respeto y sin caer en la anécdota fácil y más bien con tendencia a edificar una memoria más humana y sencilla de uno de los personajes más famosos de las letras del siglo pasado. Epifanía Uveda nos lleva de la mano suya a la casa donde vivió con Borges tres décadas de creación, trajines, amores, alegrías y tristezas. Una biografía de la última etapa de la vida de Borges en clave cotidiana; como si uno pudiese haber visto y oído, escondido detrás de la cortina de su sala en su casa de la calle Maipú mientras Borges pasaba, vivía.  Un texto rico aunque humilde. Desmarcado de la parsimonia con la que la academia suele empolvar la memoria hasta volverla simplemente texto.

Arrugas (película animada) – Ignacio Ferreras. España, 2011.

Por Alejandro Torres.

Como reza el epílogo de esta peli, le cabe a todos nosotros: a los viejos de hoy y a los de mañana. Quedé de una sola pieza cuando me di cuenta que nuestra mirada hacia la vejez es como cuando aguzas la vista tratando de otear el horizonte; se te hace lejana y crees que falta mucho para eso. Das media vuelta por la vida y en la esquina te aguardan los lumbagos, las arrugas, ese corazón que parece motor viejo y los pulmones que te hacen resollar. Nos parece que no vamos a ser viejos nunca y tal vez sea ese el truco: sentirlo lejos, como un rumor vago y creernos eternos en nuestro vigor actual. Basada en una novela gráfica que ya ha hecho carrera, Arrugas se te viene de frente con tus juicios y prejuicios sobre los viejos. Que son como niños, que son difíciles de tratar, incorregibles, obstinados, desmemoriados, achacosos, etc. Para allá vamos, si llegamos. Y entonces terminas de ver esta peli con una lágrima que te niegas a dejar escapar y te arrepientes de algún mal recuerdo; extrañas no haber podido conocer mejor a tus abuelos. Te duele esa vez que los gritaste o te alegras con la melancolía del extrañar esas tardes de helado y complicidad para la que solo un abuelo está listo. Qué será de nuestra vejez? Será que se cumple la ominosa frase de los campesinos de nuestra tierra que dicen seguros que de lo que hagamos con nuestros padres lo esperemos de nuestros hijos? Una peli que considero obligatoria, preciosa, llena del otoño largo de la vida y con un nivel narrativo que los dejará pensando.

Los vecinos mueren en las novelas – Sergio Aguirre. Editorial Norma.

Por Mauricio Vargas Herrera.

De la cantidad de títulos que ha publicado Norma en la colección juvenil, «Zona libre», solo unos pocos se salvan de la hoguera, y hay que estar muy pendientes para identificarlos y rescatarlos, antes de que sufran, injustamente, el inexorable destino de los otros.

Uno de esos títulos es Los vecinos mueren en las novelas, una corta e interesante novela policíaca de Sergio Aguirre, que logra mantener en vilo al lector desde los primeros capítulos. La historia nos sitúa en una zona a las afueras de Inglaterra y gira en torno a la conversación entre John Bland, un fracasado escritor de novelas policíacas y su vecina, la señora Greenwold, una anciana aficionada a dichas narraciones. La novela se construye por sí misma, a través de las anécdotas y relatos que nuestros dos personajes se cuentan mutuamente, y nos irá involucrando en una sucesión de misterios y pasajes llenos de tensión que se entrelazan inesperadamente y comienzan a desfigurar la realidad. ¿Qué es ficción y qué no lo es? Ese es el gran interrogante que cobija a toda la historia, y para poder hallar la respuesta tendremos que participar en el inteligente y perverso juego narrativo que propone Sergio Aguirre.

Hacía mucho que no leía algo de este género, y retomarlo ha sido una experiencia gratificante. El autor sabe crear suspenso, logra sorprender en cada capítulo, nos ofrece un sinfín de giros argumentales y cierra la historia satisfactoriamente, revelándonos la línea que separa la realidad de la ficción a pocos pasos de llegar al final.

No es una obra maestra del género, pero es una novela que triunfa en lo que a entretener y emocionar se refiere, con una trama sólida y atractiva. Cuando la terminé, pensé que la novela hubiera podido gozar de un mejor destino, pues creo que está bastante desaprovechada perteneciendo a una colección llena de títulos que fácilmente pueden ir directo a la basura. Entonces imaginé una bonita edición de bolsillo de este título, con una ilustración bien pulp en la carátula, y una sinopsis más inteligente que la que poseen los libros de esta colección.

Mouth to Mouth (película) – Alison Murray. U.K., 2005.

Por Alejandro Torres.

Sherry está buscando su destino. Una identidad que la saque del ruido blanco que parece producir la gente que la rodea. Todo le trae esa nausea existencial hasta el día en que uno de sus arrebatos la lleva a encontrarse en una calle donde unos rapados extraños danzan alrededor de una hoguera mientras alimentan a los vagabundos y drogadictos de la ciudad y llevan un estilo de vida alternativo. Son como una comunidad rodante que va haciendo la revolución de las manos que tocan a los intocables. Van de pueblo en pueblo, nada los ata y eso la atrae. Se va con ellos y por el camino descubre que, como diría Macedonio Fernández, no toda es vigilia la de los ojos abiertos. Detrás de lo libertario siempre se agazapa un autoritario. Un pequeño Stalin que logra engatuzar jugando con tus deseos. Esta peli ya no tan nueva, nos recuerda que todo experimento comunitario marginal, puede venirse a pique por el deseo innato de gobernar y no ser gobernado en tre los humanos. Una pequeña muestra de nuestra psiquis. Un deber para todo aquel o aquella interesados en lo político y lo psicológico que se esconde detrás de las pancartas que gritan libertad pero que atrapan con sus disciplinas ventajosas. En otras palabras, Boca a boca un rumor puede cambiar el mundo; hasta que nuestro egoismo abra la ventana de lo irracional. Es posible suprimir el deseo personal ahogándolo en lo colectivo? Como piensa John Zerzan, el famoso ideólogo anarco-primitivista, tu humanidad solo es una zona temporálmente liberada.