Factótum – Bent Hamer. 2005.

Por Alejandro Torres.

Factótum, mejor palabra no definiría jamás a Charles Bukowski. Eterno despedido de uno y mil trabajos. Cientos de oficios para pagarse la kurda y un que otro ligue entre copas. Nada más pretendió del sistema este genio de lo cotidiano. Quien sabe si fernando Vallejo sabrá de su existencia pero, por su gusto por lo real y no lo ficticio; por lo que es personal y no lo imaginario, ojalá lo haya leído. De pronto le gustó su sabor a desencanto y el desparpajo delicado y sabio de su prosa. San Francisco lo sufrió y lo gozó. Su pasión por los caballos y las apuestas le dieron el vértigo necesario para pasar el letargo del sinsentido de la vida. El alcohol es solo un pasante entre línea y línea. Bent Hamer ha logrado narrar con maestría la gestación de un escritor fuera de lo común. Matt Dillon interpreta un perfecto y nada desfasado Chinaski. Este nuevo Hank no desentona con el de Shroeder y su puesta en escena afirma con honestidad y cariño la figura que cuestionó el «American Way of Life». Un film definitivo a la hora de rescatar el perfil del escritor cachorro y desaforado. Escribir es peligroso. Requiere de fuerza y si no se sabe perderse en la vida es mejor no dar el salto. Puede ser que la máscara del escritor se caiga y en el abismo solo quede el hombre y no todos sabemos mirar con cuidado a los ojos del monstruo. Pocos como Bukowski para enfrentar la letra, la calle y el abismo, ese barranco por donde se va la vida cuando cuando a alguien le da por desnudarla.

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