KILLER JOE – William Friedkin. USA, 2011.

killer joe

Por Mauro Vargas

La violencia, el asco y la desgracia tienen un delicioso punto límite que, al traspasarlo, no deja más opción que reír. Killer Joe es la muestra ideal. ¿Cómo estar de acuerdo con que una familia decide matar a su madre por un seguro de vida de cincuenta mil dólares? Estos personajes están al borde de la desesperación: son patéticamente pobres, económica y racionalmente. Juegan a encender una rama con una mano mientras en la otra sostienen una lata de gasolina. Merecen todo lo malo que les pueda pasar.

Padre e hijo, secundados por la hija menor, deciden contratar para cometer el crimen a un tipo llamado Joe Cooper, asesino a sueldo y policía. El plan no revela fisuras: será como tener a la justicia de su lado todo el tiempo. Y, ciertamente, Joe es tan efectivo como dicen. Cobra veinticinco mil dólares por anticipado. Pero padre e hijo no tienen para pagarle hasta después de reclamar el seguro. Entonces Joe pide una garantía: acceso total a la pequeña y virginal Dottie. De repente se ha enamorado de ella. Y ese es tan solo el comienzo de aquel desfile de infortunios merecidos.

William Friedkin, director de El exorcista, nos presenta lo que para él es una retorcida historia de amor, al mejor estilo de Cenicienta. Pero es más que eso: es hablar sobre la avaricia, la miseria, la mediocridad y la violencia con un humor tan negro como el coltán. Killer Joe es casi el resultado de revivir a Erskine Caldwell e invitarlo a escribir, con las perversiones de estos tiempos, una de esas historias que gustaba imaginar, supurantes de crudeza y malos infortunios.

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